28 enero 2012

Abbey road NW City of Westminster




Ya han pasado años desde que los Beatles partieran de los míticos estudios Abbey Road y poco a poco sus paredes dejaran de albergar el ritmo y la melodía que las caracterizaban. Los grupos que habían sido cabecera en los 60’s se reinventaban o caían por su propio peso diluyéndose en la vorágine punk que ya asomaba en el horizonte.

Si Abbey Road había traído consigo el establecimiento de las técnicas de sonido más esenciales de la industria discográfica, espoleados por Pink Floyd o unos Beatles en estado de gracia, lo cierto es que la próxima extinción de Apple Records (aún dando sus últimos coletazos) no deparaba un buen futuro para el estudio londinense.

Convertidos, eso si, en un icono de la cultural popular gracias al homónimo disco de los Beatles, su particular carretera hacia los estudios de segunda categoría se perfilaba sin que nadie se diera cuenta. Habían pasado a ser un edificio entrañable donde se grababa música sinfónica (desgraciadamente, también minoritaria y olvidada por las generaciones que se suceden).



Paradójicamente, tras la separación de los Beatles, el lugar se encontraba en la guía turística de todo melómano, ubicando en los suburbios residenciales de Londres un punto de culto a la música y la mítica fotografía de los Beatles, que homenajeaban al estudio que les vio crecer localizando la última de sus portadas frente a él.

Sin embargo, 2010 fue su año, tanto en lo trágico como en lo festivo. Tras su puesta en venta por la compañía EMI, lo que abocaba su desaparición de manera definitiva, Reino Unido se movilizó hasta ser declarado el estudio monumento histórico por el gobierno.

Ver Abbey Road Studios en un mapa más grande

Actualmente se encuentra una cámara web enfocando el lugar las 24 horas. Aquel que no tenga el placer de ir en persona puede disfrutar de la vista en: http://www.abbeyroad.com/crossing

De peces espada y trombones




La crítica es mala consejera.

Lo es cuando se pierde en el ingenio y lo es, más si cabe, cuando se deja llevar por el corazón en lugar del oído. En ella, toda adulación no es más que una situación temporal, una anomalía nacida del gusto o de la falta de este. Si en un momento dado se escribieron buenas palabras, a veces en grandes dosis, dos artículos más tarde, el artista se enfrenta a la total descalificación a manos de la misma persona No nos dejemos engañar, a efectos prácticos, la crítica, más que una profesión es un concurso de egos.

No es un ambiente predispuesto a las segundas oportunidades y el clásico, otras veces intemporal, normalmente afronta más trabas de las naturales cambiada la época y el lugar.

Sin embargo, hay veces que echar la vista atrás no deja en evidencia el instinto de supervivencia del crítico sino que lo provee de cierta sabiduría, más aún en esta nueva era de música revival y eclecticismo mal justificado.

La trayectoria de Tom Waits, entrados los noventa, fue bastante irregular, salpicando el camino de tantos grandes álbumes como de fracasos u obras menores. Su sonido se volvía progresivamente más oscuro y caótico pero sin los mismos alicientes que tuvo en un principio.

Por lo general, como si de una película de culto se tratara, sus fans tenían su disco fetiche pero no existía ningún acuerdo de cual era en realidad aquel que despuntaba. Bone machine, Mule variations o Alice son buenos ejemplos de lo que podía hacer si realizaba un disco con la coherencia de sus primeros álbumes, aunque el sonido fuera radicalmente distinto.



Siete años después de su último disco de estudio (Real gone), Tom Waits publica Bad as me enfrentándose de nuevo a los medios de información musical esta vez con resultado positivo (hipocresía al margen).

Si Flavorwire ironizaba calificándolo como un álbum “para aquellos parientes que, estando en la crisis de los 50, no paran de pedirte que les grabes una compilación de buena música actual, te vean donde te vean”, lo cierto es que, si en algo se ha puesto de acuerdo el panorama musical, es en la calidad de este nuevo trabajo.

En el se conjugan lo mejor de Waits, en lo que puede considerarse un viaje a lo largo de toda su carrera.

El trabajo comienza con fuerza en un homenaje a un Chicago rodeado de metales y el característico sonido de banjo apuntalando el fondo musical y desde hay rememora un catálogo de sus mejores formulas: desde la percusión nerviosa de Raised right men y Bad as me (que editó como adelanto al disco al que da nombre), a la tranquilidad de Talking at the same time o Back in the crowd.


Se configura así un álbum más sincero y, desde luego, más completo que sus predecesores. Como siempre, acompañando el nacimiento del nuevo trabajo se espera su incorporación a lo que sin duda es el punto más fuerte de Tom Waits, el directo.




27 enero 2012

Argumentos y consolaciones


Esto no es un blog no es un buen título para algo que por necesidad lo es, igual que no puede ser un buen comienzo para este párrafo. Salvando la benevolencia de algunas personas, tampoco se puede decir que sea ingenioso y, en cualquier caso, dista bastante de ser un ejercicio de estilo (aunque con cierta razón las apariencias dejen que la mente se engañe con objeto de sentirnos seguros, incluso al recorrer un texto).

En cualquier caso, esta presentación no pretende ser más que una declaración de intenciones, acaso una justificación al empeño de escribir y al mal hábito de leer que pueda tener quien se deje caer sobre estas líneas.

Dejando de lado reflexiones que no llevan ninguna parte, hoy, 27 de enero, he llegado a la conclusión de que no es necesario que este post sea crucial. Las reglas del juego estarían trucadas si esto fuera únicamente una imposición y no tuviera vistas de futuro.

Si bien este debiera ser un blog de actualidad, pues la lógica imperante del estudiar periodismo no deja lugar a que fuera otro el objetivo de este ejercicio, no lo será si no es necesario (hace tiempo que actualidad dejó de significar importancia para convertirse en mera repetición y defecto de forma), ni hará uso de lo que debe usarse, si no cumple ninguna función. La tecnología no debe ser el continente sino el contenido y un blog no necesita más que la voluntad de su autor cuando esta tienda a quedarse corta.

Por lo demás, este blog, que no lo es, tiene un propósito firme: tratar de convertir la música en palabra y, algunas palabras, en imágenes. Perdón por lo adelantado del fracaso.

La radio en colores