28 enero 2012

De peces espada y trombones




La crítica es mala consejera.

Lo es cuando se pierde en el ingenio y lo es, más si cabe, cuando se deja llevar por el corazón en lugar del oído. En ella, toda adulación no es más que una situación temporal, una anomalía nacida del gusto o de la falta de este. Si en un momento dado se escribieron buenas palabras, a veces en grandes dosis, dos artículos más tarde, el artista se enfrenta a la total descalificación a manos de la misma persona No nos dejemos engañar, a efectos prácticos, la crítica, más que una profesión es un concurso de egos.

No es un ambiente predispuesto a las segundas oportunidades y el clásico, otras veces intemporal, normalmente afronta más trabas de las naturales cambiada la época y el lugar.

Sin embargo, hay veces que echar la vista atrás no deja en evidencia el instinto de supervivencia del crítico sino que lo provee de cierta sabiduría, más aún en esta nueva era de música revival y eclecticismo mal justificado.

La trayectoria de Tom Waits, entrados los noventa, fue bastante irregular, salpicando el camino de tantos grandes álbumes como de fracasos u obras menores. Su sonido se volvía progresivamente más oscuro y caótico pero sin los mismos alicientes que tuvo en un principio.

Por lo general, como si de una película de culto se tratara, sus fans tenían su disco fetiche pero no existía ningún acuerdo de cual era en realidad aquel que despuntaba. Bone machine, Mule variations o Alice son buenos ejemplos de lo que podía hacer si realizaba un disco con la coherencia de sus primeros álbumes, aunque el sonido fuera radicalmente distinto.



Siete años después de su último disco de estudio (Real gone), Tom Waits publica Bad as me enfrentándose de nuevo a los medios de información musical esta vez con resultado positivo (hipocresía al margen).

Si Flavorwire ironizaba calificándolo como un álbum “para aquellos parientes que, estando en la crisis de los 50, no paran de pedirte que les grabes una compilación de buena música actual, te vean donde te vean”, lo cierto es que, si en algo se ha puesto de acuerdo el panorama musical, es en la calidad de este nuevo trabajo.

En el se conjugan lo mejor de Waits, en lo que puede considerarse un viaje a lo largo de toda su carrera.

El trabajo comienza con fuerza en un homenaje a un Chicago rodeado de metales y el característico sonido de banjo apuntalando el fondo musical y desde hay rememora un catálogo de sus mejores formulas: desde la percusión nerviosa de Raised right men y Bad as me (que editó como adelanto al disco al que da nombre), a la tranquilidad de Talking at the same time o Back in the crowd.


Se configura así un álbum más sincero y, desde luego, más completo que sus predecesores. Como siempre, acompañando el nacimiento del nuevo trabajo se espera su incorporación a lo que sin duda es el punto más fuerte de Tom Waits, el directo.




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