La
crítica es mala consejera.
Lo
es cuando se pierde en el ingenio y lo es, más si cabe, cuando se deja llevar
por el corazón en lugar del oído. En ella, toda adulación no es más que una
situación temporal, una anomalía nacida del gusto o de la falta de este. Si en un momento dado se
escribieron buenas palabras, a veces en grandes dosis, dos artículos más tarde, el artista se enfrenta a
la total descalificación a manos de la misma persona No nos dejemos engañar, a efectos
prácticos, la crítica, más que una profesión es un concurso de egos.
No
es un ambiente predispuesto a las segundas oportunidades y el clásico, otras
veces intemporal, normalmente afronta más trabas de las naturales cambiada la época
y el lugar.
Sin
embargo, hay veces que echar la vista atrás no deja en evidencia el instinto de
supervivencia del crítico sino que lo provee de cierta sabiduría, más aún en
esta nueva era de música revival y eclecticismo mal justificado.
La trayectoria
de Tom Waits, entrados los noventa, fue bastante irregular, salpicando el
camino de tantos grandes álbumes como de fracasos u obras menores. Su sonido se
volvía progresivamente más oscuro y caótico pero sin los mismos alicientes que
tuvo en un principio.
Por
lo general, como si de una película de culto se tratara, sus fans tenían su
disco fetiche pero no existía ningún acuerdo de cual era en realidad aquel que
despuntaba. Bone machine, Mule variations
o Alice son buenos ejemplos de lo
que podía hacer si realizaba un disco con la coherencia de sus primeros álbumes,
aunque el sonido fuera radicalmente distinto.
Siete
años después de su último disco de estudio (Real
gone), Tom Waits publica Bad as me
enfrentándose de nuevo a los medios de información musical esta vez con
resultado positivo (hipocresía al margen).
Si Flavorwire
ironizaba calificándolo como un álbum “para aquellos parientes que, estando en
la crisis de los 50, no paran de pedirte que les grabes una compilación de
buena música actual, te vean donde te vean”, lo cierto es que, si en algo se ha
puesto de acuerdo el panorama musical, es en la calidad de este nuevo trabajo.
En
el se conjugan lo mejor de Waits, en lo que puede considerarse un viaje a lo
largo de toda su carrera.
El
trabajo comienza con fuerza en un homenaje a un Chicago rodeado de metales y el característico sonido de banjo apuntalando
el fondo musical y desde hay rememora un catálogo de sus mejores formulas: desde
la percusión nerviosa de Raised right men
y Bad as me (que editó como
adelanto al disco al que da nombre), a la tranquilidad de Talking at the same time o Back
in the crowd.
Se configura así un álbum más sincero y, desde luego, más completo que sus predecesores. Como siempre, acompañando el nacimiento del nuevo trabajo se espera su incorporación a lo que sin duda es el punto más fuerte de Tom Waits, el directo.
Se configura así un álbum más sincero y, desde luego, más completo que sus predecesores. Como siempre, acompañando el nacimiento del nuevo trabajo se espera su incorporación a lo que sin duda es el punto más fuerte de Tom Waits, el directo.





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